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viernes, 14 de octubre de 2011

El arte de las trepanaciones

La trepanación es una escisión mediante cirugía de un fragmento de hueso del cráneo en forma de disco, para llegar al interior de la cavidad craneal.
Las indicaciones más comunes son los traumatismos craneales, en los cuales se produde una hemorragia interna que pone en peligro el cerebro y la exstirpacion de tumores cerebrales.

Se cree que en la antigüedad se empleaba la trepanación para ciertos tratamiento de enfermedades de cabeza y de la epilepsia. Los instrumentos usados mas frecuentemente fueron de corte: cuchillos, sierras, tumis, de percusión: escoplos y martillos o perforadores.

No nos será difícil comprender, atendiendo a la importancia de la parte de nuestra anatomía donde se produce la escisión, la delicadeza y la precisión con la que debe llevarse a cabo dicha operación. Podríamos suponer que a estas alturas de la medicina, con tantos y tan destacados avances en cirugía de los que estamos siendo testigos, la trepanación no produjese más problemas que otro tipo de intervención más o menos delicada.

Sin embargo lo que seguro nos sorprendería es saber que es concretamente la trepanación la intervención quirúrgica más antigua de la que se tiene constancia.

Para descubrir la primera trepanación de la que se tiene constancia, deberíamos remontarnos mucho antes de lo que la lógica puede hacernos creer. Los cráneos trepanados mas antiguos que se conocen de la época Mesolitica fueron hallados por Gorhman en Ukrania (1966).

Las excavaciones de Vasilyevica II tienen una antigüedad de 8.020 a 7.620 años En la época neolítica el cráneo de Ensin en Alsacia con dos defectos parcialmente cicatrizados tienen una cronografía de 5.100 +/-155 años

Es difícil de creer pero es cierto. Hasta nosotros han llegado vestigios del pasado en forma de fósiles de cráneos del neolítico con evidencias claras de haber sufrido una trepanación. Ya el hombre en aquellos tiempos oscuros demostraba su osadia, atreviéndose a abrir una de las cavidades más importantes del ser humano, la que protege el cerebro, la que produce los pensamientos.

Imaginarnos cómo se llevaría a cabo esta escalofriante operación en un poblado neolítico, sin medidas higiénicas, sin las anestesias actuales, sin la maquinaria de un quirófano, es capaz de erizarle la piel al más audaz. Con todo, es evidente que había pacientes que se ponían en manos de primitivos médicos para que les libraran, posiblemente, de terribles dolores o de problemas graves que no estaban dispuestos a soportar más.

Aun se conservan algunos trépanos de la antigüedad: eran estos los instrumentos que se utilizaban para cortar el hueso craneal. En la actualidad el fragmento óseo que se extrae vuelve a ocupar su lugar una vez terminada la intervención, aunque se puede sustituir con otros materiales, como metales o cementos especiales. Evidentemente esto era impensable en el antiguo Egipto. Los fragmentos extraídos eran conservados como amuletos religiosos y alguno de esos discos de hueso colgaban de los cuellos de los egipcios.

Presenciar por ejemplo una trepanación faraónica debía resultar estremecedor. Durante un tiempo, fue costumbre entre los faraones ser trepanados antes de morir. Era la misión del médico de la corte; en él recaía tan importante tarea. Cuando el hálito de vida del Dios de carne y hueso que era el faraón, llegaba a su ocaso, era el momento de llevar a cabo la intervención quirúrgica.

Hoy en día los orificios son tapados, pero inicialmente no era así. El faraón ya estaba listo para pasar a la otra vida, solo esperaba que le abrieran una brecha en su cavidad craneana. Hay teorías que explican esta costumbre diciendo que se pensaba que su alma abandonaría mejor el cuerpo por la oquedad.
Por fortuna el paciente se hallaba ya inconsciente. El trépano y el médico estaban preparados. Solo faltaba el “hemostático”. Tendría que apresurarse si no quería que la ira de la familia del faraón le obligara a pasar a la otra vida al tiempo que su amo.

Y es que al contrario de lo que podamos pensar, el hemostático en el Egipto antigüo era un ser humano. Hoy día, cuando tenemos problemas de coagulación sanguínea y por ejemplo, nos disponemos a ir al dentista, es normal que nos receten algún medicamento que responde al mismo nombre: “hemostático” (hemo de sangre y estático de detener). Exactamente ese es el efecto que se busca con la administración de este medicamento: detener el flujo sanguíneo.

Pero en las cirugías del antiguo Egipto, la cuantiosa pérdida de sangre que una trepanación producía, estaba solucionada con la llegada del curioso hemostático. Posiblemente sus rasgos físicos correspondieran al de cualquier compatriota de su época, aunque su dignidad y su distinción eran heredadas de padres a hijos. Ser hemostático sólo podía provenir de la heredad de un linaje.

Según las creencias de la época su sola presencia en el gabinete preparado para la operación, era suficiente para detener la hemorragia. El puesto de hemostático del faraón se heredaba, pues en aquel tiempo se consideraba que la virtud de detener el flujo de la sangre se perpetuaba de una generación a otra dentro de la misma familia.
Aunque se tiene constancia de la existencia de los antiguos “hemostáticos”, hasta el momento no existe ninguna evidencia científica, y mucho menos una explicación sensata a este curioso fenómeno.

Una vez que el importante personaje estaba presente, podía comenzar la operación. Si la trepanación tenía como fin extirpar un tumor cerebral, el primer paso era localizarlo lo más exactamente posible. Para ello el médico se valía de un modernísimo mazo, muy parecido a los que hoy día se utilizan en la cocina. Golpeaba lentamente y con precisión el cráneo del paciente. Cuando este emitía un alarido de dolor, ya no cabía duda, acababa de localizar el tumor.

Solo le restaba utilizar el trépano para cortar el hueso y alcanzar el cerebro. Una vez el tumor estaba a la vista, sencillamente se cortaba y se sacaba. Después se limpiaba la herida y se encomendaba el éxito de la intervención a los dioses egipcios.
Así terminaba la trepanación. A veces con un cadáver en la mesa de operaciones pero otras muchas el paciente se recuperaba y volvía a su vida normal.Las trepanaciones que salvaron la vida del paciente se pueden reconocer por la evidencia de regeneración ósea, que indicaba la supervivencia del sujeto después de la intervención.

Con el microscopio electrónico se puede identificar el tipo de instrumento usado: madera, piedra o metal por los residuos y huellas que dejan los instrumentos en el hueso.

Increíble.





Fuente.http://www.muyinteresante.es/el-misterio-de-la-trepanacion y http://www.escalofrio.com/n/Ciencia/La_Trepanacion/La_Trepanacion.php

miércoles, 12 de octubre de 2011

Harald Blåtand y el Bluetooth

Harald Blåtand fue rey de Dinamarca aproximadamente desde 958 hasta su muerte, y rey de Noruega a partir de 970. Sucedió a sus padres,Gorm el Viejo, y Thyra Danebod.
los vikingos dominaban el norte de Europa estableciendo reinos gobernados por clanes familiares con un rey al frente. Del rey Gorm ‘El Viejo’ y su mujer Thyre, que gobernaban sobre Dinamarca, nació Harald que se convirtió en rey al suceder a su padre.

Este hecho fue el primer caso conocido de un rey escandinavo que traspasaba el poder a su hijo, ya que anteriormente a la muerte de un rey, otros grandes hombres luchaban entre sí por el poder. Su nombre fue pronto conocido en toda Escandinavia y se convirtió en un importante personaje del norte de Europa. Harald no era el prototipo de hombre nórdico, la gente le lamaba ‘Blåtand’, ‘Blå’ por su piel morena y pelo oscuro, y ‘tand’ que significa gran hombre. Al traducirlo al inglés, ‘Blåtand’ se interpretó como Bluetooth (diente azul), aunque también cuentan que ese nombre se le atribuyó por haber padecido la eritroblastosis fetal, enfermedad que habría hecho que alguno de sus dientes tuviera un color azulado.

En el año 960, el rey Harald recibió la visita de un sacerdote enviado por el pueblo germano para convencerle de que únicamente existía un solo Dios que vivía en los cielos y era cristiano y no nueve como creían los vikingos. Harald ‘Blåtand’ desconfió del sacerdote y le dijo que si ese Dios existía podría protegerle cuando él le pusiera un hierro al rojo en la mano. Milagrosamente el sacerdote no sufrió daño alguno y desde ese instante Harald fue bautizado y convertido al cristianismo, obligando a todo su reino a abrazar la fe cristiana, aunque la mayoría de los súbditos no abandonaron sus anteriores creencias.
Harald siendo bautizado por Poppo el monje, año 970

Harald Blåtand fue avistado en el año 978 en Gijón (Asturias) en una incursión vikinga hacia el norte de la península ibérica.Harald Blåtand murió en torno al año 986, presumiblemente a manos de su hijo Svend Barba Ahorquillada, que conquistaría Inglaterra en el año 1013. Se encuentra enterrado en la catedral de Roskilde.


Once siglos después, la compañía Ericsson puso el nombre de Bluetooth a una nueva tecnología en memoria de Harald, que unificó Dinamarca y Noruega. El gran hito de Harald fue la conversión al cristianismo de esos países nórdicos.

lunes, 10 de octubre de 2011

Mujeres en la arena de Roma

Una gladiatrix era la contrapartida femenina al gladiator masculino, un luchador armado que se enfrentaba en combates violentos con humanos o con animales para el entretenimiento del público en la antigua Roma. Aunque su aparición era una verdadera rareza, su existencia queda atestiguada por evidencias arqueológicas y literarias

El Decreto de Larinum ( La antigua ciudad romana de Larinum, sobre la que creció Larino, estaba situada en el principal camino al sureste de la península italiana), promulgado durante el gobierno de Tiberio, prohibía a las hijas, nietas y bisnietas de senadores y a "cualquier mujer cuyo marido o padre o abuelo, ya fuera por vía materna o paterna, o hermano hubiese poseído el derecho a sentarse en los asientos reservados para los equites entrenarse o realizar apariciones remuneradas como gladiadores, lo cual implicaba (aunque no confirmaba) que algunas mujeres ya aparecían como gladiadores en espectáculos.



Sin embargo, la primera aparición de una gladiatrix atestiguada directamente en las fuentes históricas tiene lugar bajo el gobierno de Nerón, durante los juegos celebrados con ocasión de la visita deTiridates I de Armenia y relatados por Tácito. También existe una referencia en El Satiricón de Petronio, probablemente bajado en un espectáculo real, de un essediarius femenino, de uno gladiador que luchaba con un carro de estilo celta.

Según Suetonio, en su obra sobre las vidas de los doce césares, el emperador Domiciano gustaba de organizar combates a la luz de las antorchas entre enanos y mujeres. A partir de ilustraciones se puede inferir que luchaban a pecho descubierto y que en muy pocas ocasiones llevaban cascos, no importa qué tipo de gladiador caracterizaran. Las mujeres aparentemente luchaban por la noche, y el hecho de que esto coincidía con los principales eventos de los Juegos indica la posible importancia y rareza de la participación de mujeres como gladiadores.

 La mayoría de los historiadores modernos considera que estos espectáculos eran verdaderas novedades, dada la escasez de documentos escritos en los que aparecen, aunque la escritora Amy Zoll sugiere que el hecho de que los historiadores antiguos mencionaran estos hechos de manera tan casual pudiera suponer que se tratase de eventos mucho más extendidos de lo que la evidencia directa pudiera indicar. El autor de una inscripción encontrada en Pompeya presume de ser el primer editor en traer mujeres gladiadores a la ciudad.
Dion Casio menciona que en un evento patrocinado por Nerón en el año 66 luchaban no sólo mujeres, sino también niños. Se sabe que el emperador Nerón también obligaba a las mujeres de algunos senadores romanos a participar en los espectáculos de los anfiteatros, aunque no se sabe si como luchadoras.

Tambien se menciona la participación de gladiatrices en los juegos organizados por Domiciano en los textos de Suetonio , Marcial y Estacio.
Septimio Severo prohibió los espectáculos de gladiadores femeninos alrededor del año 200. Sin embargo, la existencia de una inscripción en Ostia en la que se anuncia “mulieres” (mujeres) compitiendo hace que se considere que la prohibición no fuera efectiva.